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Histórias Esquecidas de Manuel Milho X

PT

Partidos e fedidos, são os calhaus

No meio dos calhaus, pr’ali onde estão uns quantos corpos partidos, no outro dia um calhau do tamanho duma árvore caiu em cima do pé d’um, coitado, restou-lhe os três dedos do direito, não obstante que a esquerda já era coxa, culpa da ciática, isso ou das belas que o fazem perder no vinho. Cheira a sujo, há calhaus por todo o lado, dormem corpos frouxos estendidos ao sol, já não se pode. O amigo zarolho do pequeno ontem dizia que ia para o inferno, isto é o inferno quis gritar. Há dias que não como mais do que uma palha, devem achar que sou azémola, como aquela triste próxima do Chafariz de Neptuno, coitada passa os dias amarrada, e ali só querem é festa e brincar com os touros, acham que gostam da brincadeira, pouco ligam ao festivo de lava sangrenta que lhes sai dos poros, onde a vida lhes foge nos olhos. O que eu queria agora era um peru glu glu, um arroz amarelado como o das famílias preciosas em datas de festa, no entanto levo com o pó, e até pedra como. Por vezes imagino o bailado do peru, bêbado até aos ossos, saltita tolo, arranco-lhe a cabeça até o pescoço dançar em espirais, enquanto o corpo todo torcido se manda contra paredes e neste frenesim sofrido, rio às gargalhadas, no prazer sádico do espetáculo sórdido que observamos, sujos e cegos, a achar-nos sempre mais, e quando o bailado termina, até aos ossos se chupa. É o milagre descurado, rasgados pelo sagrado do manjar, são monges, trezentos e vinte oito que pr’aqui caminham, como anti-heróis, negligentes do sacrifício.
Estamos a construir um convento, só não percebo o porquê dos calhaus virem dos quintos dos infernos, lá voltamos nós ao inferno, só que não, isto parece mais um purgatório de felicidade, o que vale é que quem paga é o ouro do Brasil. Até parece que vislumbro a alucinação anunciante: pipas de vinho, pipas de azeite, toneladas de arroz, vacas, tudo a caminho, na andada, às vezes calha na sorte de algum asno o honrado carregamento, mas que honra. “Mas tu nunca te calas homem?” Eu, ora que vou aqui contar-te um história bonitinha para te entreter, já não me basta aturar aqueles tratantes o dia todo, só me faltavas cá tu. Cada vez que penso em contar uma história só me lembro do outro a matar caranguejos à pedrada, no faz de conta do exército e por fim fazer disso uma história. Inspiro fundo, era uma vez uma rapariga que vivia num caixão….

Diana Niepce

ES

Rotos y apestosos, son los guijarros

Por entre los guijarros, allá donde están unos cuantos cuerpos rotos, otro día un guijarro de la talla de un árbol cayó sobre el pie de uno, pobre, le han restado los tres dedos del derecho, mientras que la izquierda ya era coja, culpa de la ciática, eso o de las guapas que le hacen perderse en el vino. Huele a sucio, hay guijarros por toda parte, cuerpos flojos duermen estirados al sol, ya no se puede. El amigo bizco del pequeño ayer decía que iba para e infierno, esto es el infierno, quiso gritar. Hay días que no como más que un mimbre, deberán de pensar que soy una bestia, como aquella triste cercana de la fuente de Neptuno, la pobre pasa los días amarrada, y allá solo quieren fiesta y brincar con los toros, piensan gustarles el juego, poco hacen caso del festivo de lava sangrienta que les sale de los poros, donde la vida les huye de los ojos. Lo que quería ahora era un pavo glu glu, un arroz amarillado como lo de las familias preciosas en datas de fiesta, mientras llevo con el polvo, y hasta piedra la como. A veces me imagino el bailado del pavo, borracho hasta los huesos, salta tonto, le arranco su cabeza hasta el cuello bailar en espirales, en cuanto su cuerpo todo retorcido se tira las paredes y en ese frenesí sufrido, rio a carcajadas, en el placer sádico del espectáculo sórdido que observamos, sucios y ciegos, presumiéndonos siempre más, y cuando el bailado termina, hasta los huesos se chupa. Son los milagros descuidados, rasgados por el sagrado del manjar, son monjes, trecientos, veinte y ocho que para aquí caminan, como antihéroes, negligentes del sacrificio.
Estamos construyendo un convento, sólo no entiendo el porqué de los guijarros llegaren del quinto infierno, volvemos nosotros al infierno, sólo que no, esto parece más un purgatorio de felicidad, lo que nos vale es quien paga es el oro de Brasil. Hasta parece que vislumbro la alucinación anunciante: pipas de vino, pipas de aceite de oliva, toneladas de arroz, vacas, todo a camino, en las huellas, a veces cae en suerte de algún asno la honra de cargarlas, pero que honor. “¿Pero tú nunca te callas, hombre?” Yo, ahora que voy aquí contarte una historia hermosita para te entretener, ya no me basta aguantar con aquellos bribón todo el día, solo me faltabas tu. De cada vez que pienso contar una historia, solo me acoro del otro que quería matar cangrejos con piedras, en el haz de cuenta del ejército y por fin hacer de eso una historia. Inspiro fondo, erase una vez una chica que vivía en un ataúd…

Diana Niepce